Ir al contenido principal

J.C.

Debo haber tenido entre 8 y 10 años cuando leí por primera vez algo de él. Rebuscando en la biblioteca de mi abuelo, donde me sentaba todas las tardes después de almorzar, encontré un libro de Literatura de esos que usan en los colegios como guía de clase. Debió haber sido un libro que mi tía usó cuando iba al colegio y ahora andaba ahí guardado, yo siempre abría esos libros porque sabía que entre los ejercicios y las preguntas de clase encontraría capítulos de libros o cuentos. A esas alturas había rebuscado tanto que ya solo eso me quedaba por leer, así que fui pasando las páginas hasta que encontré un cuento: La noche boca arriba, se llamaba. Cuando lo terminé de leer quedé maravillada, hasta ese entonces lo más distante de las lecturas de colegio que había leído era Crónica de una Muerte Anunciada, lo demás eran novelas lineales con tramas repetidos (ese era el problema de robarle las novelas a mi tía abuela, todas eran tramas de telenovela). Esa historia era distinta, trasgredía el espacio y el tiempo a través del sueño, era como aire fresco para mis ansiosas ganas de leer algo nuevo cada tarde.
Después del punto final del cuento solo estaban las siglas J.C. así que me resigné a no saber quién era el autor de eso que me había dejado encantada.

Años después, cuando tenía 17 años, un 23 de marzo del 2009 (lo recuerdo porque ese fue un día que muchas cosas pasaron, incluyendo que hice renegar a un cumpleañero) entré a una biblioteca para pasar el tiempo mientras una amiga salía de clase. Pasé la vista entre los lomos de los libros intentando decidir con cuál me quedaría y de pronto vi: Rayuela de Julio Cortázar. Había escuchado de ese libro, decían que se puede leer de varias formas y en desorden, y me pareció una buena idea cogerlo para el loco día que estaba teniendo. El primer párrafo me atrapó, era imposible dejarlo, entré en ese trance que los buenos libros te causan. Desperté cuando mi amiga me asustó y me llevé el libro para continuarlo después. Ese libro marcó algo en mi, esa era la manera en que yo quería trasmitir las cosas, eso era lo que yo había estado buscando. El cuento del que hablaba antes también fue escrito por Cortázar y le agradezco haberme dado un lindo recuerdo de infancia.

Ahora soy fan de ese J.C., soy Cronopia, soy Fama y a veces Esperanza. Cuando estoy triste o estresada, lo escucho por youtube o releo algo suyo, me da paz. Me encantan las descripciones que hacen de él, "el eterno colegial", ese hombre altísimo con cara de niño (con alma de niño). Qué lindo sería sentarme en una plaza y escucharlo contar algún cuento suyo, o colarme en sus conferencias y verlo con una mano Zen (como contaba Bryce Echenique), que me firme algo, tomarme una foto con él. Algún día me iré a visitar su tumba para agradecerle que sea tan efectivo para recomponerme el alma, para encontrar las palabras para describir cosas que yo y muchos otros hemos sentido, por haberme arrancado tantas sonrisas.
Algún día iré a esos cafés que frecuentaba y a ese en el que se sentaba a escribir. Francia y Argentina empezaron a tener magia cuando lo conocí.
Y me puse a escribir sobre él, porque he andado estresada pero al mismo tiempo feliz, y eso me hace recordar a él :)

Y aquí la frase que encontré en la primera hoja del primer capítulo de Rayuela y que se me clavó en el corazón:
"Andábamos sin buscarnos, pero andábamos para encontrarnos"
 ... por esos amores que parecen cosa del destino.





Gracias J.C.

Comentarios

  1. Hola Emilio, es interesante lo que haces. Cuenta conmigo. Te mando la carta lo antes posible.

    ResponderEliminar
  2. Hola Emilio, es interesante lo que haces. Cuenta conmigo. Te mando la carta lo antes posible.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Un día cualquiera

Un día cualquiera, por alguna razón que nunca entendí del todo, mi vida se detuvo. Mi hogar se convirtió en un refugio de ventanas cerradas y cortinas que nunca se corrían, las horas empezaron a pasar sin sentido y cada vez era más difícil saber si era de día o de noche. Dejé las clases, el trabajo y todo aquello que implicara que mi presencia sea conocida fuera de ese hogar-refugio en el que vivía, el contacto con el mundo exterior se frenó por completo. Mis amigos dejaron de serlo, nunca supe si intentaron tener señas del porqué había desaparecido, simplemente de un día a otro yo ya no existía más que en aquella casa.  Y luego de esa casa vinieron otras, de pronto despertaba en un lugar distinto. No podía ver al exterior pero cada casa es distinta y yo podía reconocerlo. Leer se había convertido en mi único escape al mundo exterior, de alguna manera siempre había algo que podía leer. El contacto con mi familia se había resumido a compartir la mesa 3 veces al día, parecía que cad

Cargando el difunto

Hasta ahora no he experimentado el sentimiento de la pérdida de un ser querido, más que cuando mis mascotas dejaron de estar con nosotros, así que no sé muy bien si la comparación que haré ahora tenga de verdad algún sentido pero es el único que le encuentro por ahora. Hace poco se me murió un amigo, de hecho creo que lo maté de a pocos y le di la estocada final con una cachetada (que al final creo que ni le dolió). La culpa no fue enteramente mía, la verdad creo que el más culpable de su muerte fue él mismo. No creo que le haya importado mucho suicidarse como amigo mío, ya hace rato no era exactamente ser mi amigo lo que quería y al final el panorama fue cambiando más hacia un odio sordo y rencor acumulado. Nunca me preguntó qué sentía, nunca me preguntó sobre las cosas del pasado que lo terminaron atormentando, siempre fue él y sus sentimientos, él y sus problemas, y no me molestaba. Lo entendía porque así era él, porque así lo había conocido, porque a pesar de lo hiriente siempre me

Un ángel está de cumpleaños

La primera vez que te vi, tenía 13 años. Vi tu silueta en el escenario tocando el saxo ( ¿era Strongers in the night o Feeling?), moviéndose poquito, como en trance, y me quedé impresionada. No sabía que ese Fito del que mis amigas hablaban siempre (y que me caía espeso de tanto escuchar su nombre) era el Adolfo Pachamango Pachamango que había anunciado un profesor en el escenario. Ese día empecé a admirarte, y dejé de escuchar con fastidio los comentarios de nuestras amigas en común. Tiempo después yo empecé a tocar el clarinete y como eras algo así como el sensei de la familia de clarinetes, te empecé a ver seguido. En ese tiempo no te conocí mucho, eras callado pero siempre dispuesto a ayudar a otras personas, siempre caminabas como si fueras procesando ideas, eras de las personas de confianza del profesor, y como a veces no nos hacías caso yo también te ignoraba un poco. No recuerdo muy bien cómo empezó nuestra amistad, creo que a finales de cuarto año me di cuenta de que solo