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La Avita

Ella llego dejó Cajamarca a los 11 años y se vino a Lima "por un mejor futuro". Cuando imagino a una niña de 11 años viajando sola a una ciudad que no conocía, una ciudad sin la inocencia del campo, sin papá y mamá; se me escarapela el cuerpo. Ella era un niña de 11 años diferente a la niña que yo fui, a su edad ya se había encargado del ganado y de sus hermanos, sabía levantarse temprano a ayudar en casa, había madurado en cierta manera y lo que le esperaba la haría madurar mucho más.
A casi cumplir 17 años llegó su primer hijo. Las cosas iban bien, tenía una chozita donde dormir, un trabajo y una pareja que la apoyaba. Se compró su primera máquina de coser y fue feliz  cosiendo como lo sería siempre que la veo hacerlo. Después de unos años las cosas dejaron de ir bien, la persona que se suponía era su compañero se despidió de ella y sus dos hijos. Ella pensó en muchas cosas, se sintió sola, creyó que sería difícil recomenzar, pero tenía dos niños que dependían de su fuerza y ella no les dio la espalda.

A 6 meses de cumplir 40 años, la hice abuela. Mi padre tenía 21 años, estaba en los primeros ciclos de la carrera de Economía en la UNMSM y cuando ella se enteró que yo llegaría se llenó de tristeza. No era por mí, era porque sabía que la vida de su hijo cambiaría en unos meses, que le costaría el doble lograr sus metas y como a toda madre, eso le asustaba. Pero no le cerró las puertas, por el contrario, dejó que una chica de casi 22 años entrara en su casa embarazada y recién casada. Una joven de carácter fuerte y costumbres diferentes que se terminó convirtiendo en su compañera de sábados en la noche-madrugada preparando tamales para vender los domingos. No recuerdo cuándo empecé a intentar llamarla abuela sin tener éxito, en mi media lengua de niña logré decirle "Avita" y sin querer la volví a bautizar.


Mi Avita a simple vista es solo una mujer mayor de menos de metro y medio, delgadita y con el cabello ondeado,  castaño y chiquito que siempre he envidiado, pero es una de las mujeres mas fuertes que he conocido y es como mi segunda madre. Cuando mamá y papá tenían que trabajar todo el día y llegaban tarde porque vivíamos en un distrito muy metido ella era quien se encargaba de mí todo el día. Ella me premiaba con torta de fideos por comerme todo el plato y no dejar ni una miga, ella se sentaba a ver telenovelas mexicanas conmigo, ella aguantó verme dormir en su cama con mi gato siendo ella la que siempre odió que las mascotas estuvieran tan cerca, ella me llevaba al jardín y me traía de vuelta, intentaba peinarme aunque nunca tuvo una hija, me contaba historias de su tierra y de su gente una y otra vez sin cansarse cuando le pedía repetir una de ellas, ella cuidó de mi y junto con mi tío se convirtieron en la parte mas preciada de mi niñez. En mi cumpleaños o en Navidad siempre recibía algo de ella; una pijama nueva hecha por ella, un bolso también hecho por ella, cuando cumplí 15 vistió mi cuarto de mi color preferido #turquesacorazón tenía el edredón, las almohadas y las cubiertas de mis estantes de turquesa con perla y estaba precioso, siempre se las arregló para darme algo y aunque sea tan chiquito como un jabón perfumado siempre he recibido todo de ella con alegría.

Ella no pasó de tercer grado de primaria y es mucho más sabia que mucha gente con estudios, siempre supo abrirse puertas y supo hacer de su vida una vida menos dura. Siempre me dijo que la clave era ayudar todo lo que se podía, "Si te contratan para lavar los platos y ves que puedes hacer algo más, entonces hazlo, no tienes que encargarte de todo pero ser *acomedida* no está de más" y así  sin querer fue de las primeras personas que me hablaron de ser proactiva. Nunca pudo entender a las personas que se la pasaban sin mover un dedo más del que se le pedía, le fastidiaba que le dijeran que no debía hacer esto o lo otro, siempre ha buscado algo nuevo por hacer, es cachibachera como yo y siempre está pensando cómo re-usar las cosas. Siempre me ha dado una lección en cada charla que me ha dado y parecer tener un don especial para que la escuche.

Cuando era muy pequeña esperaba con ansias tener 10 años, mi Avita había prometido que a esa edad iríamos juntas a su tierra, pero ese año eso no pasaría. Dos años antes, un día mamá me recogió de mi nuevo colegio en el distrito al que nos habíamos mudado 3 años atrás y me llevó hacia un hospital, decían que mi Avita estaba ahí y yo no lograba comprender muy bien que haría alguien como ella en ese lugar. Mi Avita tenía cáncer y yo lo sabía pero mi mente no lograba comprender lo que eso le haría a mi Avita. Nunca la vi en el hospital y aunque en ese tiempo me enojaba mucho ahora agradezco no haberla podido ver, ella no quiso que yo la viera porque sentía que todo a su al rededor en ese tiempo era deprimente. Luchó contra ese cáncer poco más de un año y siempre agradeció que su madre fallecida la haya alertado a tiempo en sus sueños de que algo malo pasaba con ella, y aunque no la conocí se lo agradezco también.
Cuando el cáncer se dio cuenta de que no podría con ella yo casi iba a cumplir 10 años y mi Avita se había convertido en el ser mas frágil que había visto. De pronto sus décadas limpiando, lavando y planchando en casas ajenas le pasaron factura. Ahora cualquier dolor podría significar una nueva enfermedad contra la cual luchar, se hizo más delgada de lo que siempre había sido y dormía menos de lo que su insomnio se lo había permitido antes.

Cuando cumplí 12 ya tenía a una Avita con mejor salud y pudimos viajar a Cajamarca junto con mi hermano menor. Fueron 2 semanas preciosas que nunca olvidaré, Cajamarca es definitivamente un lugar de ensueño y ansío poder volver pronto. Quizá lo que más me gustó del viaje fue ver a mi Avita feliz, la vi moverse como pez en el agua pese a que la mayor parte de su vida había transcurrido en Lima.

Ahora a sus 61 años mi Avita sigue barriendo, lavando, encargándose de su enorme jardín (que ya le ha costado una fractura), cosiendo mi ropa, haciendo desayunos/almuerzos/cenas, alcanzándome un vaso de agua ni bien despierto, revisando que mi cama esté tendida, etc. Siempre fue muy activa y hacendosa, intentó enseñármelo pero creo que no lo logró. Siempre me dijo : "Te perdono que seas un cero a la izquierda en la casa porque siempre te veo agarrada a un libro" y entonces se levantaba de madrugada cuando dormía en mi casa para alcanzarme un vaso de agua, una fruta o algo para comer mientras estudiaba. Cuando llegaba tarde de mis clases de noche pasaba despacito cerca de la cama de mi hermana, con quien duerme, para no despertarla de su siempre ligero y escaso sueño y de pronto escuchaba "¿Ya cenaste?" y entonces no tenía mas remedio que ir a cenar por más cansada que estuviera, porque si no me veía ir a hacerlo ella misma se levantaba a calentar mi comida y eso me parecía injusto. En resumen, ella sigue cuidando de mí y de los míos como si aún tuviéramos 5 años.

Ella pronostica su partida todo los años y todos los años le decimos que ella nos enterrará. Pero no puedo evitar que el pecho se me oprima cada vez que lo menciona, siempre he dicho que el día que ella se vaya me van a tener que enterrar con ella porque creo que no lograría concebir el mundo sin que ella esté aquí. Quizá no me enterrarán con ella, pero estoy segura que el día que ella tenga que irse algo de mi se irá con ella y que será difícil tener que despedirla. La he visto siempre tan fuerte que si no fuera por las arruguitas de su cara, sus manitos callosas de tanto trabajar y los cabellos blancos y finitos que cada vez le salen mas seguido pensaría que es eterna. No hay mejor cosa que llegar los martes en la noche y encontrarla en la cocina o en la cama de mi hermana cuando ya es muy tarde, los martes que no llega me desalientan un poco. Y aunque no sea la nieta más expresiva del mundo ella ha sido el motor de mucho de lo que soy ahora, ha sido mi ejemplo y mi amiga, y la persona que más me engreído en el mundo y también me heredó lo chiquita y valiente que es.

Gracias Avita porque convertiste a mi padre y a mi tío en dos personas de bien y porque te cargaste el trabajo de intentar hacer lo mismo sacando la poca paciencia que te quedaba conmigo y mis hermanos.

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