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Un último día

Era sábado y desperté a las 6:30 a.m. a pesar de haberme dormido tres horas antes por hacer las maletas. Lo primero que hice fue tomar el celular y buscar el código de eso que estaba esperando, internet me dijo que el paquete había sido entregado el día anterior y me asusté pensando en que quizá cayó en manos equivocadas. Salté de la cama, me duché, me vestí lo más rápido que pude y llegué a la recepción del hotel a preguntar por mi paquete. Cuando me dijeron que sí, que había llegado el día anterior pero que no habían podido subirlo al cuarto, tuve que contenerme para no saltar de alegría. Me entregaron la caja y corrí al cuarto para abrirlo, rompí como pude las envolturas y lo vi. Estaba en su caja especial, ese tipo de caja que antes me esperaba cada fin de semana, y cuando lo vi ahí como frágil por no tener todas sus partes, tuve que contener las lágrimas de alegría. Siempre he pensado que las cosas buenas que me han pasado han tenido que ver más con mi suerte que con una recompensa a mi esfuerzo, pero al ver MI CLARINETE me dije "¡Ah, carajo! algo bueno debo haber hecho en la vida para estar en este hotel en un lugar extraño y haber podido comprar esto que he esperado tantos años". Lo armé y lo probé y me pareció hermoso, sentí ese peso del compromiso con algo que quieres de hace mucho tiempo y me alegra que nadie que me conozca haya estado ahí para verlo, para verme emocionarme y limpiarme las lágrimas, ese era mi momento.

Lo guardé cuando mi compañera de cuarto despertó y me apresuré en ponerme el abrigo, los guantes, la chalina y la gorra, cogí mi cartera y  mi mapa, vi por la ventana a ese Washington que me había recibido el lunes de madrugada y salí del hotel sintiéndome la persona más afortunada del planeta. Definitivamente había sido un buen inicio para mi último día en esa ciudad, el día anterior había estudiado todo acerca de la ruta necesaria para sacar provecho a esas 3 horas que me quedaban para conocer más y ya iba camino al metro que me dejaría cerca a El Capitolio. Corrí entre todo lo que quería ver, me perdí un poco, perdí mi mapa, pero al final logré conocer algo y ver más cosas de las que mi semana de trabajo me había permitido. Me tomé yo solita fotos bonitas y regresé al hotel corriendo para sacar mis maletas y entrar al auto que ya esperaba en la puerta y que me llevaría al aeropuerto para volver a Lima.

Fue una semana cansada, desde llegar al hotel ya casi de mañana por un vuelo demorado y un carro rentado que no aparecía, hasta esas clases de 9 a 6 todos los días, los trajines en las noches intentando conocer algo en el poco tiempo libre, congelándome, durmiendo poco, durmiendo en clase, haciendo un tours gastronómico que pasó por comida china, coreana, japonesa y etíope; fue en resumen una semana increíble a pesar de haber sido destinada para el trabajo.

Y bueno aquí dejo la foto de ese "paquete" que me hizo tan feliz y de una de las fotos bonitas que logré tomarme yo sola.

Hola Clarinete

El Capitolio. Washington D.C.

Y ahora sigo con mucho trabajo por hacer pero con muchas ganas también :)

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