Ir al contenido principal

¡Bravo, Bravo!

Hoy mientras aplaudía de pie a un grupo de actores en el teatro, recordé que hace tiempo tenía planeado escribir acerca de esto que disfruto hace mucho tiempo. No lo había hecho hasta ahora porque la verdad es difícil encontrar palabras para describir lo que se siente durante una buena obra.

Una de las cosas que le agradezco al teatro es la avalancha de emociones que me deja. Me he sorprendido con una sonrisa estúpida congelada en la cara, he visto borrosas algunas escenas a través de mis lágrimas y no he querido limpiarlas, me he cogido los brazos como si me abrazara a mi misma para reconfortarme después de alguna escena fuerte, y he suspirado muchas veces. He salido con ganas de bailar por las callecitas fuera del teatro, con ganas de correr mucho, y otras con ganas de guardar silencio por mucho tiempo.

Recuerdo mi primera vez yendo a una obra de teatro, el teatro Británico presentaba "Amadeus" y gracias a un convenio pagaba 10 soles por las entradas. Aquí quiero hacer un paréntesis para agradecer a Diego, mi primer compañero de teatro, por meterme en este mundo y por darme después el orgullo de hacerme aplaudirlo. Como decía, mis ganas de ir vinieron realmente de Diego y no me arrepentí, descubrí un mundo diferente al que estaba acostumbrada. Pero mi primer gran impacto en el teatro vendría poco después con "La Vorágine" representada por un grupo colombiano en el auditorio de mi universidad, eso fue magia pura. Me recuerdo aplaudiendo parada por primera vez, saliendo con los ojos brillosos y diciendo aquello que sin querer se convirtió en mi manera de definir mis visitas al teatro: "Esto es como leer un buen libro". Si alguien me conoce, entiende lo que esas palabras significan para mi y entonces, entienden porqué me volví algo adicta a las funciones de teatro.

Después he tenido experiencias preciosas, como cuando fui a ver "Respira" de Adrianzén con una amiga y salimos tan emocionadas que corrimos dos cuadras enteras de la Av. Benavides  de la mano. O como cuando hace poco se me dificultó articular frases después de ver "Incendios", o quizá aquella vez que quise alcanzar la mano crispada de dolor de una actriz en la última escena de "Las brujas de Salem". O cuando volví a ver a Santiago Nasar morir, solo que ya no en mi cabeza si no sobre las tablas del teatro cuando presentaron "Crónica de una muerte anunciada" de Gabriel García Marquez.

Me sigue sorprendiendo cómo es que alguien puede contarte la historia de otros como si fuera suya, conmoverte y convertirte en su aliado, hacerse odiar o amar dependiendo del papel que le toque interpretar. Me sorprende la visiòn de algunos directores para plasmar una historia y hacer que un equipo completo entienda su visión. Yo siento que es un trabajo que no podría hacer y por eso los admiro más.

Gracias a esas personas que decidieron dedicar su vida a las tablas a pesar de lo difícil que es esa decisión en este país, gracias por hacerme aplaudirlos de pie, por hacer que salga cantando de un auditorio y sobre todo por hacerme soñar y vivir otras vidas a través de ustedes.

Y dejo un pedacito de un musical que vi hace poco

Vive tu vida hoy, y ama y canta y ríe y sé feliz.
No hay tiempo que perder, lo único seguro es hoy
Es hoy, es hoy.
Hoy y no un ayer que ya se fue
Hoy, que el mañana aún no llegó
Vive tu vida hoy,
porque el futuro es un enigma más
vive tu vida hoy
porque el pasado ya no volverá jamás





Comentarios

Entradas populares de este blog

Un día cualquiera

Un día cualquiera, por alguna razón que nunca entendí del todo, mi vida se detuvo. Mi hogar se convirtió en un refugio de ventanas cerradas y cortinas que nunca se corrían, las horas empezaron a pasar sin sentido y cada vez era más difícil saber si era de día o de noche. Dejé las clases, el trabajo y todo aquello que implicara que mi presencia sea conocida fuera de ese hogar-refugio en el que vivía, el contacto con el mundo exterior se frenó por completo. Mis amigos dejaron de serlo, nunca supe si intentaron tener señas del porqué había desaparecido, simplemente de un día a otro yo ya no existía más que en aquella casa.  Y luego de esa casa vinieron otras, de pronto despertaba en un lugar distinto. No podía ver al exterior pero cada casa es distinta y yo podía reconocerlo. Leer se había convertido en mi único escape al mundo exterior, de alguna manera siempre había algo que podía leer. El contacto con mi familia se había resumido a compartir la mesa 3 veces al día, parecía que cad

Cargando el difunto

Hasta ahora no he experimentado el sentimiento de la pérdida de un ser querido, más que cuando mis mascotas dejaron de estar con nosotros, así que no sé muy bien si la comparación que haré ahora tenga de verdad algún sentido pero es el único que le encuentro por ahora. Hace poco se me murió un amigo, de hecho creo que lo maté de a pocos y le di la estocada final con una cachetada (que al final creo que ni le dolió). La culpa no fue enteramente mía, la verdad creo que el más culpable de su muerte fue él mismo. No creo que le haya importado mucho suicidarse como amigo mío, ya hace rato no era exactamente ser mi amigo lo que quería y al final el panorama fue cambiando más hacia un odio sordo y rencor acumulado. Nunca me preguntó qué sentía, nunca me preguntó sobre las cosas del pasado que lo terminaron atormentando, siempre fue él y sus sentimientos, él y sus problemas, y no me molestaba. Lo entendía porque así era él, porque así lo había conocido, porque a pesar de lo hiriente siempre me

Un ángel está de cumpleaños

La primera vez que te vi, tenía 13 años. Vi tu silueta en el escenario tocando el saxo ( ¿era Strongers in the night o Feeling?), moviéndose poquito, como en trance, y me quedé impresionada. No sabía que ese Fito del que mis amigas hablaban siempre (y que me caía espeso de tanto escuchar su nombre) era el Adolfo Pachamango Pachamango que había anunciado un profesor en el escenario. Ese día empecé a admirarte, y dejé de escuchar con fastidio los comentarios de nuestras amigas en común. Tiempo después yo empecé a tocar el clarinete y como eras algo así como el sensei de la familia de clarinetes, te empecé a ver seguido. En ese tiempo no te conocí mucho, eras callado pero siempre dispuesto a ayudar a otras personas, siempre caminabas como si fueras procesando ideas, eras de las personas de confianza del profesor, y como a veces no nos hacías caso yo también te ignoraba un poco. No recuerdo muy bien cómo empezó nuestra amistad, creo que a finales de cuarto año me di cuenta de que solo