Yo crecí escuchando los cuentos que me contaba mi papá, me contó una y otra vez el Mago de Oz hasta que aprendí a leerlo yo. Recuerdo que aunque me sabía la historia de memoria no quería que la cambiaran, y que siempre quise ser como Dorita y tener amigos tan lindos. Crecí escuchando los cassettes de Wald Disney con todas las historias de princesas y aquellos con canciones que puedo cantar de memoria hasta ahora. Recuerdo que jugaba a que había un príncipe frente a mi y yo hacía una reverencia y extendía mi mano para que la besara.
A los 5 años ya había escrito mi primera carta de amor a un niño llamado José, debo haber escrito todo lo que decían los cuentos sobre el amor y aquello que escuchaba de vez en cuando en las telenovelas mexicanas que veía mi abuela. Recuerdo que mi mamá encontró la carta y me dio una charla grande sobre que eso no era para niños o algo así, no volví a escribir nada romántico hasta que tuve 11 años. Durante los años siguientes leí varias cosas, en especial unas novelas antiguas que tenía mi abuelo en su biblioteca. Eran historias parecidas a las telenovelas, chicas inocentes de condición humilde que lograban vencer los obstáculos del destino para lograr vivir feliz para siempre con el amor de su vida. Llegó un momento en el que ese tipo de novelas me aburrieron y empecé a rebuscar en las cajas de mi papá que nunca habíamos desempacado cuando nos mudamos y encontré historias más interesantes, y algunas más deprimentes que aquellos finales felices. Entonces empecé a escribir sobre mi, sobre estar sola, sobre los conflictos con mi madre, etc, A veces escribía a la luz del televisor a la media noche notas de perdón a mi mamá por no ser mejor niña, otras veces escribía sobre lo tontos y aburridos que parecían ser algunos adultos, y en cambio que algunos ancianos eran tan sabios. Recuerdo haber garabateado una promesa para no crecer y convertirme en alguien sin ganas, sin sueños, sin jugar. Todo parecía ser tan romántico, tan dramático y de libro cuando era niña.
Si en mi vida no había drama, yo me lo inventaba. Le contaba historias a mi prima sobre romances con niños inexistentes, diálogos extraños con niñas o tomaba cualquier evento y lo convertía en el doble de lo que había sido. A veces deseaba que me atropelle un auto o que me pase algo que le de más emoción a mi vida, y sobre todo tener algo para contar. El problema fue que cuando las cosas malas empezaban a pasar entonces no tenía ganas de contarlo, a veces me desfogaba con los cuadernos de notas que improvisaba y ya. Yo crecí así, sumergida en mundos que no eran los míos, encerrándome a bailar sola o leer las historias de otros. Crecí pensando estar viviendo una gran historia, una historia que alguien podría contar en un libro, creo que de ahí viene parte de mi optimismo cuando algo malo pasa. Y de ahí también mi ingenuidad para muchas cosas, mis papás siempre dijeron que yo parecía caminar en un cuento, distraída, despreocupada, pensando que todo tenía final feliz.
Desde la adolescencia vinieron los cambios, vinieron los "enamoramientos", los celos, los grupos de amigos, etc. Pasé por etapas distintas, desde el cierre total de todos los flancos sentimentales hasta esos momentos en los que parecía un libro abierto. Es curioso, porque si conversas conmigo no pasaría por alguien reservado, soy parlanchina como un loro, sonrío, bromeo y juego. Pero lo más probable es que tome mucho tiempo hasta que yo pueda decir algo realmente sobre mi, algo de verdad, algo que valga la pena. Decir realmente cómo estoy (no qué tengo que hacer), cómo me siento (no solo cómo sucedieron las cosas) o dejar de intentar estar bien por pensar que lo mio no debe afectar a otros; eso es lo complicado. Aún sigo creando historias y dramas en mi cabeza, aún sigo pensando en mi final feliz de vez en cuando, aún me tienta contar historias sobre mí que nunca pasaron (pero no lo hago), continúo siendo romántica (aunque parezca no serlo), aún le tengo miedo a ser vulnerable, aún veo algunas escenas de mi vida como si se trataran de una película y sigo creyendo que mi historia es especial. Mi historia es especial, no porque alguien la pueda poner en un libro y hacerla interesante, si no porque es mía y así con los errores que me apresuré en cometer, con las caídas, con las victorias, con las veces que he sido ridícula y todo lo demás, me sigue gustando. Ayer pensaba que si por alguna razón me voy de este mundo, no tendría mucho por lo que me sentiría triste y agradecí tener aún el tiempo de cumplir algunas cosas.
Aún tengo tiempo de vivir mi propio drama.
A.M.
"Los cronopios no se desaniman, porque creen firmemente que estas cosas les suceden a todos" Julio Cortázar
A los 5 años ya había escrito mi primera carta de amor a un niño llamado José, debo haber escrito todo lo que decían los cuentos sobre el amor y aquello que escuchaba de vez en cuando en las telenovelas mexicanas que veía mi abuela. Recuerdo que mi mamá encontró la carta y me dio una charla grande sobre que eso no era para niños o algo así, no volví a escribir nada romántico hasta que tuve 11 años. Durante los años siguientes leí varias cosas, en especial unas novelas antiguas que tenía mi abuelo en su biblioteca. Eran historias parecidas a las telenovelas, chicas inocentes de condición humilde que lograban vencer los obstáculos del destino para lograr vivir feliz para siempre con el amor de su vida. Llegó un momento en el que ese tipo de novelas me aburrieron y empecé a rebuscar en las cajas de mi papá que nunca habíamos desempacado cuando nos mudamos y encontré historias más interesantes, y algunas más deprimentes que aquellos finales felices. Entonces empecé a escribir sobre mi, sobre estar sola, sobre los conflictos con mi madre, etc, A veces escribía a la luz del televisor a la media noche notas de perdón a mi mamá por no ser mejor niña, otras veces escribía sobre lo tontos y aburridos que parecían ser algunos adultos, y en cambio que algunos ancianos eran tan sabios. Recuerdo haber garabateado una promesa para no crecer y convertirme en alguien sin ganas, sin sueños, sin jugar. Todo parecía ser tan romántico, tan dramático y de libro cuando era niña.
Si en mi vida no había drama, yo me lo inventaba. Le contaba historias a mi prima sobre romances con niños inexistentes, diálogos extraños con niñas o tomaba cualquier evento y lo convertía en el doble de lo que había sido. A veces deseaba que me atropelle un auto o que me pase algo que le de más emoción a mi vida, y sobre todo tener algo para contar. El problema fue que cuando las cosas malas empezaban a pasar entonces no tenía ganas de contarlo, a veces me desfogaba con los cuadernos de notas que improvisaba y ya. Yo crecí así, sumergida en mundos que no eran los míos, encerrándome a bailar sola o leer las historias de otros. Crecí pensando estar viviendo una gran historia, una historia que alguien podría contar en un libro, creo que de ahí viene parte de mi optimismo cuando algo malo pasa. Y de ahí también mi ingenuidad para muchas cosas, mis papás siempre dijeron que yo parecía caminar en un cuento, distraída, despreocupada, pensando que todo tenía final feliz.
Desde la adolescencia vinieron los cambios, vinieron los "enamoramientos", los celos, los grupos de amigos, etc. Pasé por etapas distintas, desde el cierre total de todos los flancos sentimentales hasta esos momentos en los que parecía un libro abierto. Es curioso, porque si conversas conmigo no pasaría por alguien reservado, soy parlanchina como un loro, sonrío, bromeo y juego. Pero lo más probable es que tome mucho tiempo hasta que yo pueda decir algo realmente sobre mi, algo de verdad, algo que valga la pena. Decir realmente cómo estoy (no qué tengo que hacer), cómo me siento (no solo cómo sucedieron las cosas) o dejar de intentar estar bien por pensar que lo mio no debe afectar a otros; eso es lo complicado. Aún sigo creando historias y dramas en mi cabeza, aún sigo pensando en mi final feliz de vez en cuando, aún me tienta contar historias sobre mí que nunca pasaron (pero no lo hago), continúo siendo romántica (aunque parezca no serlo), aún le tengo miedo a ser vulnerable, aún veo algunas escenas de mi vida como si se trataran de una película y sigo creyendo que mi historia es especial. Mi historia es especial, no porque alguien la pueda poner en un libro y hacerla interesante, si no porque es mía y así con los errores que me apresuré en cometer, con las caídas, con las victorias, con las veces que he sido ridícula y todo lo demás, me sigue gustando. Ayer pensaba que si por alguna razón me voy de este mundo, no tendría mucho por lo que me sentiría triste y agradecí tener aún el tiempo de cumplir algunas cosas.
Aún tengo tiempo de vivir mi propio drama.
A.M.
"Los cronopios no se desaniman, porque creen firmemente que estas cosas les suceden a todos" Julio Cortázar
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