Hasta ahora no he experimentado el sentimiento de la pérdida de un ser querido, más que cuando mis mascotas dejaron de estar con nosotros, así que no sé muy bien si la comparación que haré ahora tenga de verdad algún sentido pero es el único que le encuentro por ahora. Hace poco se me murió un amigo, de hecho creo que lo maté de a pocos y le di la estocada final con una cachetada (que al final creo que ni le dolió). La culpa no fue enteramente mía, la verdad creo que el más culpable de su muerte fue él mismo. No creo que le haya importado mucho suicidarse como amigo mío, ya hace rato no era exactamente ser mi amigo lo que quería y al final el panorama fue cambiando más hacia un odio sordo y rencor acumulado. Nunca me preguntó qué sentía, nunca me preguntó sobre las cosas del pasado que lo terminaron atormentando, siempre fue él y sus sentimientos, él y sus problemas, y no me molestaba. Lo entendía porque así era él, porque así lo había conocido, porque a pesar de lo hiriente siempre me pareció sincero y leal y, después de las decepciones que había tenido antes en ese campo, eso me parecía demasiado valioso.
Pero al final la rabia se apoderó de él y terminó diciendo cosas que dice que nisiquiera recuerda pero que me hirieron mucho, sobretodo porque jamás lo esperé de él. No solo fueron las palabras, fueron los hechos acumulados, fue esa manera de querer tirarme al piso frente a todos, de no tener el coraje de esperar a que estuviera presente para decirlas. Fue tan fácil para él olvidarse de cuál fue el hombro sobre el que lloró muchas veces, quién lo hacía sacudirse de esas culpas tontas que se echaba a la espalda, quien escuchaba sus anécdotas buscando chicas, quien era la única que lo aguantaba cuando parecía ser insoportable, o quien le disculpó desaires propios de un berrinche. Se olvidó de los años, de las risas, del cine, las comidas, caminatas, tocadas en banda y demás. Ahora no soy nada para él, como tampoco lo es para mi, ese día yo lo lloré como si llorara a un muerto y aún guardo el luto de alguien que fue parte importante de mi vida muchos años y no existe más. El dolor fue fuerte, lo sentí en la entraña, sentí cómo invadía mis sentidos, me aturdió, me dejó el alma rota. Aún me duele, aún suelto alguna lágrima, pero como toda pérdida se supera, yo superaré esta y tendré el recuerdo de ese amigo que dejó de existir.
Pero al final la rabia se apoderó de él y terminó diciendo cosas que dice que nisiquiera recuerda pero que me hirieron mucho, sobretodo porque jamás lo esperé de él. No solo fueron las palabras, fueron los hechos acumulados, fue esa manera de querer tirarme al piso frente a todos, de no tener el coraje de esperar a que estuviera presente para decirlas. Fue tan fácil para él olvidarse de cuál fue el hombro sobre el que lloró muchas veces, quién lo hacía sacudirse de esas culpas tontas que se echaba a la espalda, quien escuchaba sus anécdotas buscando chicas, quien era la única que lo aguantaba cuando parecía ser insoportable, o quien le disculpó desaires propios de un berrinche. Se olvidó de los años, de las risas, del cine, las comidas, caminatas, tocadas en banda y demás. Ahora no soy nada para él, como tampoco lo es para mi, ese día yo lo lloré como si llorara a un muerto y aún guardo el luto de alguien que fue parte importante de mi vida muchos años y no existe más. El dolor fue fuerte, lo sentí en la entraña, sentí cómo invadía mis sentidos, me aturdió, me dejó el alma rota. Aún me duele, aún suelto alguna lágrima, pero como toda pérdida se supera, yo superaré esta y tendré el recuerdo de ese amigo que dejó de existir.
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