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Un día cualquiera

Un día cualquiera, por alguna razón que nunca entendí del todo, mi vida se detuvo. Mi hogar se convirtió en un refugio de ventanas cerradas y cortinas que nunca se corrían, las horas empezaron a pasar sin sentido y cada vez era más difícil saber si era de día o de noche. Dejé las clases, el trabajo y todo aquello que implicara que mi presencia sea conocida fuera de ese hogar-refugio en el que vivía, el contacto con el mundo exterior se frenó por completo. Mis amigos dejaron de serlo, nunca supe si intentaron tener señas del porqué había desaparecido, simplemente de un día a otro yo ya no existía más que en aquella casa. 

Y luego de esa casa vinieron otras, de pronto despertaba en un lugar distinto. No podía ver al exterior pero cada casa es distinta y yo podía reconocerlo. Leer se había convertido en mi único escape al mundo exterior, de alguna manera siempre había algo que podía leer. El contacto con mi familia se había resumido a compartir la mesa 3 veces al día, parecía que cada uno había construido un espacio intocable dentro de la casa y a pesar de estar viviendo eso juntos, no queríamos compartir nuestros espacios. No sé muy bien cómo, pero me adapté bastante bien a las nuevas circunstancias, al inicio incluso me había sentido aliviada y luego simplemente me fui a acostumbrando a moverme dentro de ese nuevo reducido espacio, haciendo todo más lento y saboreando el proceso. A veces tenía curiosidad por saber donde estaba, ¿seguía en mi ciudad, en mi país? ¿Qué pasaba afuera? Mi curiosidad me llevaba a quedarme parada frente a la ventana o recostada sobre la puerta intentando distinguir algo de lo que había afuera. Por momentos pensaba que mi curiosidad normalmente me hubiera convertido en alguien rebelde ante esa situación, nunca había podido aguantar la curiosidad mucho tiempo sobre algo, normalmente hacía todo lo posible por obtener información. Sin embargo, ahora estaba ahí simplemente aceptando que no podía saber más, sin la necesidad de muchas explicaciones y con una calma impresionante para mis niveles normales de ansiedad.

En algún momento desperté de mi letargo y me di cuenta que no había nada que me impidiera salir, no había guardias en las entradas ni estaba amenazada de algún modo, sólo había algo dentro de mi que sabía que nadie podía salir de esa casa porque sería peligroso. Mi curiosidad empezó a crecer, empecé a extrañar la brisa que se siente al exterior y los olores que te traen las calles, imaginaba el aire frío en mis mejillas y el sonido de conversaciones de otras personas.

Un día cualquiera pensé que debía cruzar la puerta, giré la perilla y no opuso resistencia, la escuché rechinar mientras me iba mostrando una luz potente que empezó a cegarme, mis latidos se aceleraron ante la expectativa de estar fuera al fin. La anticipación me puso nerviosa hasta que desperté.



Abrí los ojos y estaba en mi cama, en la casa de mis padres. Mi hermana dormía profundamente en una cama al costado y yo me quedé pensando en este sueño absurdo. Lo pensé tanto que lo terminé escribiendo aquí. Aún recuerdo esa sensación de resignación que tenía en el sueño y me estremece un poco, pero afortunadamente todo eso sólo tuvo lugar en el sueño.

AM


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