Ir al contenido principal

Me escuché gritar

Me escuché gritar como si se tratara de alguien más y sentí el dolor, la desesperación, el miedo y a alguien que suplicaba por dentro para que todo se acabe. Por alguna razón no lloré, sólo lancé ese grito que decía que no podía más.
Pero sí pude, y aún me siento capaz de pelear lo que tenga que pelear para estar bien. Siempre he pensado que las cosas pasan por algo y que cada cosa mala es una oportunidad para aprender y así es como he estado tomando todo esto. Hoy me desperté sintiendo ese grito una vez más y supe que era hora de escribir, antes no me sentía lista, antes no encontraba las palabras pero ahora después de todo, sé que puedo dar este paso.
Por un pequeño momento sentí que las fuerzas me abandonaban, por primera vez me sentí tan quebrada, tan vulnerable, que creí que nunca me iba a recuperar. Y me he vuelto a sentir vulnerable cada vez que ha sido necesario, cada vez que el dolor me ha paralizado, que algún recuerdo pasaba por mi mente y he abrazado esa parte de mi para que vaya curándose. Pero la sensación de estar quebrada desapareció esa tarde en minutos porque supe que podía levantarme. 

A veces nos sentimos fuera de ese porcentaje de personas a las que las cosas muy malas les pasan, o nos creemos lejanos a cierto nivel de maldad de los otros, pero la verdad es que no lo estamos. Y cuando lo malo vino a abofetearme, agradecí la vida y a las personas que me han enseñado tanto y que me han convertido en la mujer con la piel gruesa que soy. Siempre me he sabido fuerte y capaz de plantarme ante cualquier cosa que me dañe o dañe a los míos, pero aún así, me he sorprendido de mi. Sobretodo cuando tuve que enfrentar que necesitaba ayuda. Nunca noté qué tan importante es tener una red de apoyo y un lugar seguro hasta ese instante, es del tipo de cosas que tienes en la cabeza pero que tu corazón no procesa hasta que lo necesita.

Agradezco que sin que lo pidiera tuve ayuda, agradezco que lo que pasó me esté sirviendo como impulso para seguir trabajando en quien soy y conocerme más. El camino a conectarse con una misma, a ser capaz de abrazar el dolor, de perdonar y perdonarte, a tomar la responsabilidad de hacerte cargo de ti y lo que sientes, no es fácil y cada caída te enseña cosas sorprendentes y te recuerda otras que ibas perdiendo de vista en el camino. Y no sólo eso, te muestra otra cara de las personas a tu alrededor y aunque a veces he estado tentada a cerrarme más para no sentir que cargo con mis problemas a otros, he descubierto personas dispuestas a escucharme y a otras dispuestas a respetar mis silencios. 

Pensé que cuando escribiera esto, las cosas ya no me afectarían más, pero aquí estoy con los ojos vidriosos y el nudo en la garganta, un poquito porque aún no me creo lo que pasó y otro poco porque estoy orgullosa de la chica que está saliendo de esto. Así que mis lágrimas se mezclan con sonrisas esporádicas y los malos recuerdos se mezclan con los recuerdos de abrazos y miradas de apoyo.

Y aquí estoy pues vida, dispuesta a que me hagas más sabía y a ser feliz aunque me estés golpeando. Desde que te conocí a través de los libros, siempre quise que me llenes de todas las sensaciones posibles y hay años en los que me has cumplido el deseo más que otros, pero no me puedo quejar. Lo que mejor voy aprendiendo en el camino es a estar agradecida. 

AM


Esta imagen apareció a un día de lo peor y me ayudó mucho a sentirme mejor. 

Y como siempre mi Julio Cortázar ayudando un poco también :) 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un día cualquiera

Un día cualquiera, por alguna razón que nunca entendí del todo, mi vida se detuvo. Mi hogar se convirtió en un refugio de ventanas cerradas y cortinas que nunca se corrían, las horas empezaron a pasar sin sentido y cada vez era más difícil saber si era de día o de noche. Dejé las clases, el trabajo y todo aquello que implicara que mi presencia sea conocida fuera de ese hogar-refugio en el que vivía, el contacto con el mundo exterior se frenó por completo. Mis amigos dejaron de serlo, nunca supe si intentaron tener señas del porqué había desaparecido, simplemente de un día a otro yo ya no existía más que en aquella casa.  Y luego de esa casa vinieron otras, de pronto despertaba en un lugar distinto. No podía ver al exterior pero cada casa es distinta y yo podía reconocerlo. Leer se había convertido en mi único escape al mundo exterior, de alguna manera siempre había algo que podía leer. El contacto con mi familia se había resumido a compartir la mesa 3 veces al día, parecía que cad

Cargando el difunto

Hasta ahora no he experimentado el sentimiento de la pérdida de un ser querido, más que cuando mis mascotas dejaron de estar con nosotros, así que no sé muy bien si la comparación que haré ahora tenga de verdad algún sentido pero es el único que le encuentro por ahora. Hace poco se me murió un amigo, de hecho creo que lo maté de a pocos y le di la estocada final con una cachetada (que al final creo que ni le dolió). La culpa no fue enteramente mía, la verdad creo que el más culpable de su muerte fue él mismo. No creo que le haya importado mucho suicidarse como amigo mío, ya hace rato no era exactamente ser mi amigo lo que quería y al final el panorama fue cambiando más hacia un odio sordo y rencor acumulado. Nunca me preguntó qué sentía, nunca me preguntó sobre las cosas del pasado que lo terminaron atormentando, siempre fue él y sus sentimientos, él y sus problemas, y no me molestaba. Lo entendía porque así era él, porque así lo había conocido, porque a pesar de lo hiriente siempre me

Ceder

Una vez, recordando una mala experiencia romántica en la que cedí mucho de mi para que las cosas funcionaran y no fuera el fracaso una vez más mi culpa (aunque desde el inicio supe que eso no llegaría a ningún lado), declaré que no volvería a ceder. Alguien en la mesa me dijo que eso no debía ser así, que en las relaciones siempre se debe ceder, no perder tu esencia, pero habían pequeñas cosas que se tenían que conceder de ambas partes para que las cosas funcionaran. Ahora después de tiempo me doy cuenta de que es verdad. Son pequeñas cosas, pequeñas concesiones que hacemos todos los días que ayudan a fortalecer los lazos. No me malentiendan, no digo que dejen de tomar decisiones para ustedes, o que el mundo del otro se convierta en el suyo. Pero entrar a una relación y creer que va a funcionar manteniéndote como una roca siempre, no funciona. Sí, sin querer uno va cediendo. Uno va cediendo el "Yo puedo sola, no necesito que nadie me cuide" o el "no te metas en mi v